martes, 31 de julio de 2012

Perder teorías

Perder teorías es una obrita breve (con pedantería lo llamaríamos opúsculo o libellus, en su sentido original latino) del escritor barcelonés Enrique Vila-Matas. 
No entraré a valorar la novelística de este autor, porque no la conozco todavía, así de simple. Pero estoy un poco harta de leer eso de "una de las voces más personales de nuestra literatura actual", así que tengo pendientes por lo menos Bartleby y compañía (seguro que tiene que ver con Bartleby, el escribiente de mi adorado Melville) y Dublinesca (porque me encantan Dublín y Joyce a partes iguales).
Volvemos al "librillo" que nos ocupa. Lo incluyo entre mis reseñas porque me ha resultado sorprendente e instructivo, y creo que puede resultárselo a otros, especialmente a los aficionados a la teoría literaría (en singular, lo mismo da).
Se trata de lo siguiente: un escritor (trasunto del propio Vila-Matas) llega a Lyon como ponente invitado a unos encuentros internacionales sobre la novela. A su llegada sin embargo, ningún miembro de la organización se pone en contacto con él, así que nuestro hombre se encierra en su hotel, a esperar.
Hasta aquí la acción. A partir de aquí, la inacción. Y su fruto "teórico". Durante su espera, el escritor bosqueja una teoría general de la novela del futuro, aunque deja claro que sus premisas se cumplirán tan sólo en su próxima novela (que habría de ser la mencionada Dublinesca). 
Mientras leía, no pude evitar establecer un paralelismo muy particular. Se me ocurría que este libro es la obra teórica de un escritor que no quiere ser crítico; así como Crítica y Verdad (otro opúsculo tremendamente instructivo), es la condensación teórica de un crítico que no quiso ser escritor, el señor Roland Barthes (que escribía mucho mejor que otros muchos llamados "escritores" con sus bombazos editoriales). Bueno, esto son cosas mías.
Diversos aspectos de esta teoría son, a mi modo de ver, destacables. Comenzaré por reseñar los elementos "irrenunciables, imprescindibles" de la novela del futuro:
La "intertextualidad"
Las conexiones con la alta poesía.
La escritura vista como un reloj que avanza.
La victoria del estilo sobre la trama.
La conciencia de un paisaje moral ruinoso.
Recorremos estos cinco elementos y nos encontramos de acuerdo con todos ellos. La "intertextualidad" no sólo es necesaria, sino inevitable. Cada "intentona" (porque a veces son empujes primarios) que hago por escribir está vertebrada por cada lectura que alguna vez hice. El autor nos recuerda el método Sterne y nos descubre a Julian Gracq, y la espera clarividente de sus relatos.
De gran intensidad me resultaron las conexiones con Rimbaud y ese "Todo esto ha pasado". ¿Será verdad, en fin, que ya todo había pasado y que después de la Segunda Guerra Mundial ya no quedó nada por narrar?
¿Qué queda cuando todo lo que ocurre es tan absoluto? La nada.
Y así nos presenta el escritor a "La Espera" como modus vivendi, pues es verdad, siempre estamos esperando algo, siempre somos ese "siguiente" por llamar. ¿Habrá manera de escaparse de la espera? El escritor lo intenta, levantando acta de la misma en forma de teoría de la novela y citando a Pessoa, pues escribir es perder teorías, así como viajar es "perder países", en vez de ganarlos, pues quedan ya fuera de nuestra espera. Quedan hechos. Pierdes modelos, ganas huellas únicas de la vivencia.
Perder teorías es una buena manera de pasar un rato lector y aprender perspectivas, descubrir autores. Es también un espaldarazo emocional para las "intentonas" prácticas de escritura -perdiendo teorías-, pues como dice el trasunto esperante de Vila-Matas:

"... uno no empieza por tener algo de lo que escribir y entonces escribe sobre ello, sino que es el proceso de escribir propiamente dicho el que permite al autor descubrir lo que quiere decir."
Qué alivio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario