miércoles, 20 de febrero de 2013

La muerte silenciada

La muerte silenciada es el nombre del documental sobre el suicidio emitido por Documentos TV el pasado domingo 17 de Febrero. Sin conmemoraciones, sin "Día Internacional de...", sin excusas, y sin demasiados ambages a la hora de tratar el tema, el documental nos adentra en la realidad de la que ya es la primera causa de muerte violenta en España, pero de la que nadie, o casi nadie, habla.

De ahí la relevancia del título, La Muerte Silenciada, la muerte que lo es pero que no es reconocida a nivel social, y todos sabemos, o intuimos al menos, lo difícil que es asumir algo que se calla. El documental recoge diversos testimonios, miradas sobre el suicidio desde el punto de vista de profesionales de la Psiquiatría y la Psicología Clínica, pero también, de supervivientes a intentos de autolisis y de familiares supervivientes de personas que sí consumaron el suicidio.

Es cierto que es muy duro recoger el drama de las personas que se quedan aquí sin poder obtener respuestas, les pueden dar la coartada de una enfermedad mental, de una enajenación transitoria, pero en el fondo, no pueden saber lo que pasó, porque no pueden preguntárselo a la única persona que podría, siquiera, empezar a darles una respuesta. Es cierto, es muy duro. Pero pasa. Y lo que en mi opinión plantea el docuemental acertadamente es que si la realidad del suicidio se hiciera más visible y los supervivientes pudieran reunirse y hablar sobre ello, esa clase de duelo brutal podría hacerse mejor, podría tener más sentido.

También los testimonios de personas que han intentado quitarse la vida pero que por lo que fuera no lo consiguieron, y que ahora, han conseguido reconstruirse en diversos grados y pensar en la vida en diferentes términos que antes, es otro de los puntos a favor de este estupendo documental.

He decidido dedicarle esta reseña al reportaje, y recomendar su visionado porque es la manera que he encontrado para tratar el tema del suicidio -pues carezco de una visión técnica o personal- y contribuir en esta pequeña medida a dar visibilidad a esta realidad. Porque resulta que no, que algo que afecta a muchas, muchas personas, no puede ser relegado al "es que es deprimente" o "es que eso es de estar loco". Porque resulta que no se pueden maquillar las estadísticas o no recogerlas con exactitud, y no darle cobertura mediática, porque nos jode la imagen de paraíso mediterráneo (¿alguien recuerda el tweet de la clarividente Ana Rosa Quintana, intentando echar por tierra los avances de la educación pública en Finlandia, porque "¿y el frío, y los suicidios?"). 

Pues el suicidio pasa. Y para decir más y de paso ir cerrando, me remito a un señor que con una lucidez irrebatible construyó algunos de los mejores relatos del siglo XX, como La Peste o El Extranjero, Albert Camus, quien dedicó un más que consistente ensayo filosófico al suicidio, El Mito de Sísifo, llegando a afirmar: 
No hay sino un problema filosófico realmente serio: el suicidio.
¿Por qué no nos quedamos con la cita de Píndaro que Camus eligió para abrir el mencionado ensayo?
 No te afanes, alma mía, por una vida inmortal, pero agota el ámbito de lo posible.




Podéis acceder al documental en el enlace de la primera línea a la página web de Rtve-Documentos TV, o desde You Tube.


lunes, 18 de febrero de 2013

Cultura neutra

Se ha calificado la gala de los premios Goya celebrada ayer como "muy reivindicativa", donde premiados y presentadores exhibieron un "lenguaje muy crítico" contra la política de recortes del actual gobierno. No ví la ceremonia completa, pero sí escuché el discurso de agradecimiento de Candela Peña: muy crítico desde lo más personal, un discurso dolorido. También la introducción a no sé qué premio de Corbacho, directamente dirigido al invitado Wert, sin paliativos, al 21%.

El discurso del presidente de la academia fue más neutro, como considero que corresponde a su papel institucional, e hizo hincapié en la necesidad de no abandonar el cine, la cultura en general, a su suerte en tiempos de crisis. Suyo es también el manido titular de hoy por la mañana "el cine no es ni de los del bigote, ni de los de la ceja, ni de la barba". Así, o parafraseado.

Si bien es cierto que el cine, como el arte, no debería seguir consignas ni dogmas, de partido, ni de ningún otro tipo, mi opinión es que es difícil, y no sé por qué tendría que ser deseable, que ningún mensaje artístico sea ideológicamente neutro.

Porque si los poemas, las novelas, los grandes murales, las obras de teatro o las películas fueran asépticas, inocuas, neutras, no estarían contando absolutamente nada de quien las produce, ni tampoco de quien eventualmente pudiera recibirlas.

La ideología que transmite el arte depende en gran manera del sentir de su creador, pero también de sus circunstancias. En estos momentos, más allá de decir que el cine no es de derechas ni de izquierdas, por encontrarnos no ya en la época del "fin de los grandes relatos", sino en la época en la que los "grandes relatos" ideológicos están siendo pisoteados por sus propios abanderados, de uno y otro bando, nos queda reivindicar un cine, un arte, humanos.

La ideología que siempre ha transmitido el arte -menos en contextos de censura y propaganda burda- ha sido siempre puramente humana. Las formas varían, los signos varían, pero, en esencia se trata de contar cómo somos, cómo nos inventamos, qué podemos imaginar, qué podemos llegar a vivir, qué nos pueden obligar a hacer, cuáles son nuestras zonas más brillantes y más oscuras, incluso cómo nos gustaría que pudiéramos llegar a ser. En definitiva, el arte está hecho de humanidad, y la humanidad es de todo menos neutra.

Hace más o menos diez días asisití a la que, de momento, ha sido la experiencia teatral más completa e intensa de mi vida: la representación de Un trozo invisible de este mundo escrita por Juan Diego Botto, en el teatro Cänovas de Málaga. Estos últimos días he estado pensando en si escribir una reseña sobre la representación, pero no me venían las palabras. Pensé que quizá, cómo siempre me pasa, tendría que dejar pasar bastantes días para que el poso emocional llegara al fondo y así poder escribir sobre ello... el caso es que al ocurrir esta entrada no puedo no mencionarlo.

Es tal la pluralidad de sentimientos, las posibilidades de sentir que te da este texto y su versión espectacular, que corro el riesgo, como siempre, de perderme en océanos de palabras. Intentaré no hacerlo, pues se lo debo al texto de Botto, donde cada frase es ajustada a su significado, donde el humor es fino y bueno, donde la rabia aflora sólo cuando tiene que aflorar. Se lo debo a cada movimiento y presencia de los dos actores, a cómo destierran el buenismo y la impostura que muchas veces acompañan a los discursos "sociales" sobre inmigración, a cómo se comprometen con la sinceridad de cada historia. 

Esta experiencia, que tiene todo lo que se le puede pedir al gran teatro: la fuerza ritual, verbal, visual, es de todo menos ideológicamente neutra. Y por supuesto que se acerca más a un "bando" que al otro, pero eso son las personas que componemos los "bandos" los que tenemos que decidirlo. Allá cada cuál. El autor nos está diciendo, más o menos, digo yo: "Eh, mirad, ¿por qué cojones nos cuesta tanto ser humanos, a veces?"

Al final de la representación, entre ovación y ovación, Juan Diego Botto recoge en una frase de Lorca la misma reivindicación -en el fondo- que se hacía ayer en los Goya, parafraseándola dice que un pueblo que no cuida su teatro, es un pueblo que está moribundo... Cuán diferente es la forma de pedirlo. Con Lorca se puede seguir pidiendo dinero en definitiva, pero además se pide arte desde el arte.

Y otra cosa básica que se debe pedir desde un verdadero discurso humanista y artístico reivindicativo: atención. Porque con todo lo que está pasando, con los retrocesos tan brutales en los servicios públicos esenciales y la merma de inversión en educación, cultura, ciencia e innovación, lo que estamos es creando una sociedad tan poco igualitaria como peligrosa. Ya estamos en una sociedad muy desigual pero, ¿qué pasaría si las desigualdades fueran tan bestias que no pudiéramos reconocernos en casi nadie?


En fin, que está bien que se diga y se rediga, aunque sea desde las lentejuelas y que la gente que está en la puta calle (y ojo, según en qué calle, claro) se queje de que es muy fácil ser reivindicativo cuando se es famoso, que es verdad. Está bien que se digan las cosas, pues si el ministro es un toro bravo, que le echen capote aquellos que pueden encontrarse, ocasionalmente, en las mismas plazas que él. Los demás, seguiremos consumiendo cultura -pirata y no, seamos realistas-, y que siempre nos quede algo de dinero para ir a ver una obra como Un trozo invisible de este mundo, porque merece la pena pagar porque nos recuerden así que sí, que podemos realmente ser humanos.

miércoles, 6 de febrero de 2013

El conocimiento y su ser democrático

En memoria de Aaron Swartz, programador informático, co-fundador del RSS y del organismo Creative Commons, que se suicidó el pasado 12 de Enero de 2013, a la edad de 26 años.

Este homenaje llega un poco tarde, e inevitablemente tiene que ver con polémicas que siguen circulando, tiene que ver con el proceso de idealización de una mente genial con tendencias depresivas, con reivindicar a un hacker que según muchos pretendía cargarse la propiedad académica (no tanto, o no sólo, intelectual) - por su "irrupción" en la red del MIT para descargar más de cuatro millones de publicaciones de la base JSTOR con el objeto de colgarlas para asegurar su libre acceso en Internet, Swartz se enfrentaba a penas de cárcel, y su juicio debería haberse celebrado en este mes de Febrero de 2013-.

Toda la herencia científica y cultural, que ha sido publicada a lo largo de los siglos en revistas y libros, está siendo transformada ahora en material digital y retenida en manos de determinadas compañías privadas. El reparto de la información no es algo inmoral sino que constituye una necesidad apremiante. Solo aquellos que estén cegados por la codicia, negarían una copia a alguien amigo.

Releyendo estas, sus propias palabras, esta entrada es un poquito de todo lo que he mencionado antes y una reflexión sobre esos derechos de autor que tanto revuelo causan últimamente. Por supuesto el creador, el investigador, tiene todos los derechos sobre su creación. Incluso el derecho de asegurar una distribución más libre y democrática de la misma.

Dicho de manera más gráfica: no creo que a Aristóteles le importara lo más mínimo que yo pueda descargarme el texto completo de la Poética para poder leerlo una y otra vez... Supongo que les importaría un poco más a las casas editoriales que gozan de los derechos de edición y traducción del texto. Es cierto que la cosa puede complicarse si hablamos de autores vivos, pero... no sé por qué lo dudo. ¿Hacia dónde se dirigen los beneficios de los sitios web que ofrecen publicaciones académicas bajo pago puntual o suscripción? ¿Hacia los autores? No sé por qué, lo dudo.

Este chaval -quienquiera que fuera en realidad- constituyó con su actividad una defensa activa de la democratización y libre distribución de información y conocimiento en la red, además de un impulso a nuevas formas de acción política de protesta con la fundación del sitio http://blog.demandprogress.org/mission.

Por todo ello, Descanse En Paz.