jueves, 19 de diciembre de 2013

Apostilla a las cuchillas

Adjunto a la entrada de ayer la "ira reglamentaria" de Maruja Torres, porque siempre es un placer leerla y porque si no es por ella no me entero de esta pieza de esperpento político. Lágrimas de cocodrilo y compasión de cartón piedra.

http://www.eldiario.es/zonacritica/Europa-vomitiva_6_208639146.html

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Elementos de disuasión


Ahí sentado
en el hedor de mil horas de camino
responde
al que le llama desde el fondo de la cueva
y a quien aún no puede escucharle.

Sigo siendo yo,
aunque en el escondrijo mi cuerpo se abre
y desdibuja
en un constante perder agua y energía,
sigo sosteniendo las cuatro paredes de mi infancia
y una clase de oculta dignidad
que poca gente aceptaría.

Sigo oyendo el susurro
de un adiós apenas dicho
y el aliento del viaje,
los golpes, las caídas,
el frío que llega sin aviso.
Lo irreversible.
Y lo curioso es
que pensaba haber pagado mi peaje.

Responde. Y así
pasa otro día más sentado en la ladera.
Sin arribar a una costa incierta,
sin llegar a tocar el agua salada.
El mar y el aire no son suficiente muro
para salvaguardar
abyectas estatuas de una obesa Justicia,
demacrada, violada,
la balanza enterrada,
bajo los juegos de hombres sin honor.
Se han de salvaguardar
continentes hinchados de vejez y de codicia haciendo pedazos, superficialmente, eso que antes conocíamos por vida. 

martes, 26 de noviembre de 2013

Once semanas en las que aprendimos y sentimos muchas cosas (Traducción)

Al hilo de lo ocurrido en Madrid estas últimas semanas con la huelga de recogida de basuras, del impresentable oportunismo de la "Ley de Seguridad Ciudadana" y del requerimiento de reforma de la Ley de Huelga por parte de la "alcaldesa inexplicable", os dejo la traducción del testimonio personal de Elefthería Varouchaki, huelguista participante en el paro de once semanas del personal administrativo de las universidades griegas.

Este es el enlace a Enthemata, donde se publicó el texto el pasado 24 de Noviembre:


Y ésta es la traducción del texto, he intentado ser lo más fiel posible al texto original y pido perdón de antemano por los errores que haya podido cometer:

"Once semanas en las que aprendimos y sentimos muchas cosas"
La huelga de personal administrativo de las universidades
 por Elefthería Varuchaki

Al pincipio sólo dijimos aquello de: por lo menos, no nos vamos a ir con la cabeza gacha. Y de repente, en mitad de la muda indignación de nuestra primera asamblea, presentimos que la cuestión iba mucho mas allá de nuestro posicionamiento personal, nuestra suerte o nuestros miedos. Sentimos el ataque de forma tan violenta, que casi nos vimos obligados a ver el peligro en toda su dimensión, a vislumbrar la silueta de una amenaza que no apuntaba sólo a la vida de cada uno de nosotros. Nos dimos cuenta rápidamente de la relación, desde los primeros días hablamos sobre nuestros puestos de trabajo proyectando la cuestión en el contexto de la universidad pública, y al revés, hablamos sobre la universidad pública con el pretexto del derecho de todos a un puesto de trabajo. Tentando continuamente los límites de nuestro aguante, proponiendo una y otra vez preguntas de difícil respuesta, reorientando dichas respuestas: así hemos llegado hasta aquí. Y cada día era un día ganado.

En estas once semanas hemos sentido y aprendido muchas cosas. Hemos construido colectividades originales y acogedoras, donde cada cual encontraba su sitio y donde había sitio para todos. Hemos vivido, después de muchos años, nuestro lugar de trabajo de otra manera: justo cuando pensábamos, horrorizados, cómo debe ser recoger tus cosas por última vez, volvimos para "habitar" de verdad ese espacio, nos refugiamos en él, lo protegimos, y él también nos protegió. Hemos vivido el espacio público de manera diferente, hemos ido a concentraciones sabiendo que nuestros amigos estarían allí, hemos escuchado música y versos mientras la ciudad dormía, hemos llenado con nuestra voz avenidas que en otro tiempo transitamos en silencio, con prisa, ensimismados.

La huelga nos ha hecho entender que hay muchos como nosotros, ha despertado sensibilidades dormidas, nos ha enseñado a estar alerta: a mantener alerta las ideas y los sentimientos. Sufrimos con intensidad el duelo por aquel que fue asesinado en mitad de la noche, por el que encontró la muerte en una comisaría o en un centro de internamiento de extranjeros. Celebramos cada victoria, nos enfurecimos con cada ataque, seguimos obstinados tras cada derrota. Compartimos nuestra alma con personas que acabábamos de conocer porque sentíamos que estábamos juntos, sentimos la solidaridad, el cariño auténtico por el día a día de nuestros vecinos -y de los otros, que ya no nos son extranjeros.

Aprendimos a tomar decisiones todos juntos, no en nombre de una unanimidad prefabricada o de una certeza artificial, y por supuesto, no sin esfuerzo. Recordamos el valor de la participación: a nuestra pequeña escala, hemos respirado la Democracia Real, y es tan fascinante como suena.

Nos querían disponibles, desechables, perseguidos, anulados. Invisibles. Alimentan el automatismo social, buscan empapar de fascismo las conciencias. Pero ahora sabemos que tenemos compañeros en todas partes. En las escuelas, en las calles, en la metalúrgica Larco, entre los despedidos de Sprider y los huelguistas de Coca-Cola, en los hospitales, en Skaramagká, en las universidades. En el Alfeo, en Skuriés. En la televisión pública (ERT) de nuestros corazones*.

Resistimos todos juntos, frente a aquellos que tratan de atacar con fuego a discreción cada bien público, que tratan de borrar las últimas huellas del estado del bienestar, que quieren imponernos el olvido de lo que es justo y de sentido común, que desprecian descaradamente las instituciones y las conquistas sociales. Han querido calumniarnos y difamarnos. Y nosotros hemos aprendido que es factible oponerse a un poder que se atreve a sostenerse -y de hecho sólo se sostiene- sobre un consentimiento ficticio. Han seguido el guión ya conocido de despotismo, intimidación y violencia, intentando dispersarnos y aislarnos. En vez de eso, nos han conducido sin querer a encontrar puntos en común, a diseñar nuevas alianzas, a destacar y disfrutar los nuevos lazos de unión que con tanto orgullo y emoción hemos descubierto estas últimas semanas. Han intentado transformar nuestras reivindicaciones -razonables, por otro lado- en durísimos dilemas personales, pensando que al final recurriríamos a la seguridad de las soluciones individuales.

Les respondemos que la obediencia, la falta de entusiasmo, el silencio, no son caminos de un solo sentido. Que nuestros sueños de futuro no se han paralizado en nuestras mentes. Y que nosotros, desde el principio, no hablamos en nombre del interés de cada uno. Hablamos en nombre del interés general, porque todos necesitamos una victoria. La primera.

Elefthería Varouchaki pertenece al PAS de la facultad de Arquitectura de la EMP (Universidad Politécnica de Atenas).

* N. del T. : En este párrafo, la autora se refiere a diversos focos de lucha laboral y ciudadana en Grecia. La naviera Skaramagká, la región del río Alfeo, en el Peloponeso, gravemente contaminado por los vertidos de un vertedero ilegal; Skouriés, en la península Calcídica, donde los ciudadanos luchan contra la tala ilegal y la extracción irregular de oro en la zona.




sábado, 23 de noviembre de 2013

Baila, baila, baila

Una mañana de Julio, en un espacio quirúrgico. Antes de nada, la enfermera pregunta: ¿Qué lees? "Una novela" ¿Y de qué va? Cuéntame. Dice para distraerme, sin un interés real en la pregunta, aunque sí en el paciente. Hay un cierto tipo de cortesía que siempre se vuelve en contra de los españoles, pero no terminamos de entenderlo. Respondo. "Un tipo de unos treinta y tantos se da cuenta de su incomunicación, de que está como desconectado del resto del mundo, incluso de quienes alguna vez lo han querido, y se embarca en una búsqueda. Se convence de que el nodo de su existencia (ni de broma utilicé esas palabras, no estaba tan lúcida), su único punto fijo, es un hotel en el que pasó unos cuantos días felices con una mujer hace cinco años. Cuando regresa a dicho hotel, se encuentra un edificio ultramoderno que ha absorbido el anterior establecimiento, aunque mantiene su nombre, y en él halla la entrada a una realidad paralela, donde un hombre con piel de carnero le asegura que todo está conectado y que no puede dejar de bailar. Y es ahí donde comienza..."

Recupero la mirada perpleja de la enfermera y oigo a mi acompañante decir: es que es profersora de literatura... 

Ahí queda el intento, igualmente fallido aunque más auténtico que el de la contraportada de la edición de Tusquets, de resumir lo inabarcable.

No me gusta leer a escritores de moda. Con la literatura me ocurre, lo mismo da que le mire la cara de profesión que la de devoción, que siempre estoy intentando ponerme al día, o por lo menos es la sensación que tengo. Hay tanto por leer que todavía no he leído y debería haber leído, que descarto cantidad de títulos. No sé si hago bien o mal. El caso es que Murakami es bueno. Me resulta muy valiente en sus relatos e impecable en sus formas. Ojalá pudiera leerlo en original, aunque no desmerezco al traductor, en absoluto, me parece un héroe.

Pues eso. Leed Baila, baila, baila, dejaos viajar por los sucesos y lugares, y haced honor a aquello del "baila como si nadie estuviera mirando", que como consejo vital no está mal.

sábado, 26 de octubre de 2013

Zweig y las píldoras azules

¿Dónde convergen una novela tradicional de un escritor austríaco de la primera mitad del siglo XX y una novela gráfica publicada por un artista suizo en los primeros años del XXI?

En este compas otoñal de lecturas dispares han caído en mis manos La Impaciencia del Corazón, de Stefan Zweig, y Píldoras Azules, de Frederik Peeters. Volviendo a la pregunta de inicio, la respuesta sería: en el concepto de compasión y cómo en la moral tradicional se lo ha unido indisolublemente a nuestra capacidad de amar, en definitiva, de ser humanos.

La novela de Zweig llevaba por título, anota la editorial Acantilado, La piedad peligrosa, que como veis habla por sí solo. Joven teniente del ejército traba amistad con la hija parapléjica de un noble húngaro, ella se va enamorando en la misma medida que él se va cubriendo de gloria mesiánica por ser tan bueno con la pobre "tullida". Os reseño a continuación lo que de técnico me ha llamado la atención de la novela:
  •  Modernidad, experimentalidad... limitada. 
  • Técnica narrativa, tan líneal como impecable.
  • Profundidad psicológica (topicazo al hablar de este autor en todos los sitios consultados), abrumadora en ocasiones: en algunos párrafos la identificación con el protagonista resulta verdaderamente catártica; abrumadora más bien constantemente: te saltarías páginas enteras porque conoces ya al muchacho como a tí mismo.
La impaciencia del corazón nos coloca frente a frente con lo que podríamos llamar compasión mal entendida: "salvar" a otro ser humano de sí mismo, de sus circunstancias, regodearse en la autocomplacencia de ser tan bueno con alguien para luego... El mensaje no deja de ser una moraleja, nacida de un conflicto moral e individual de cierto interés, pero con demasiados roces místicos y pocas aristas: cuidado con el amor por pena, con pena, sin gloria, que resuelve la pretendida bondad: la descompone y la aniquila por piezas.

Del Imperio Astrohúngaro de en torno al 14 a Ginebra en el cambio de milenio. La obra de Peeters nos transporta a otro código narrativo: el fluir de las imágenes, los planos abstractos al comienzo de cada secuencia, trazos que pueden ser células o soles... viñetas de astros celulares. Bello.

Sutileza en lo metafórico y un lenguaje preciso, sin ampulosidad, ajustado a lo que de verdad quiere decirse. Así nos cuenta el autor la historia de amor entre un joven dibujante y una madre soltera seropositiva. Su relación con la muchacha y su hijo de tres años, también portador del VIH, nos hace temblar de ternura. El protagonista valdea sus miedos, sus dudas a cerca del componente de compasión en su relación con valentía. El álbum recorre las hazañas cotidianas de una pequeña familia y nos transmite cómo es una relación en términos "desiguales" (o "discordantes" , como les insinúan a los personajes al comienzo de la narración): no esconde sus complejidades. Hay miedo: al contagio, al equilibrio en su relación con el crío, a que la identidad de enferma de la persona amada pese más que todo lo demás.

Pero, y podría decirse que la diferencia entre las dos historias radica en la época pero me inclino más a pensar que es cuestión de las personas, en ésta no hay pena. Miedo hemos dicho, dudas, rabia, pero no la compasión clásica y pringosa.

La historia nos sorprende porque convierte un statu quo trágico en una intensa aventura vital y a la  mitad enferma de la pareja en objeto de constantes dosis de admiración.

Os recomiendo ambas obras, según el tiempo y la disponibilidad para la lectura. El de Zweig es un novelón, con lo bueno y lo malo de lo decimonónico, y el álbum de Peeters lo recomiendo como arte gráfica (como inexperta pero entusiasta del género), como historia... y como amor.


martes, 24 de septiembre de 2013

Septiembre

Durante años, los días de este mes que debería contar entero dentro del verano haga el tiempo que haga, se nombraban con una palabra que vale para una calle, pero para todo un mes... es demasiado, incluso para una cántabra reticente a no preferir la niebla viva donde viva. La palabra, la melancolía, lleva un tiempo desaparecida. Se ha diluido en la suave inacción de los días, en el convencimiento tozudo de que la vida puede ser más vida cuando la miras y la ves, y paladeas las horas como si fueran creación tuya, y te perteneciesen, y las hubieras cocinado el día anterior y dejado macerar para sorprenderte con su aroma al día siguiente. Puede ser más, cuando los despertares son alivio y el cansancio no termina de tornarse amargo porque nunca me apuran el frío o el llanto, porque estáis ahí, no os habéis ido a ningún sitio, no sois un espejismo tras los párpados cerrados. Es más con la luz que ciega los ojos mañaneros y abre arruguitas en las sienes que pasan del llanto a la sonrisa muda que más retumba, que se eschucha en todo el interior de mi cuerpo, que me hace estremecer de insólita alegría a pesar de los madrugones. Y la tarde: la calma del que no quiere estarse quieto. O sí quiere, pero sabe que es mil veces mejor perseguir por el salón a quienes se ama. Las noches y las madrugadas, plácidas en sus idas y venidas, anuncian otros desvelos que vendrán, pero aún no. No este Septiembre.

Vista con unos ojos que quieren ser míos, pero no lo son. Diminutos espejos, reflectores del universo tal y como quisiéramos contenerlo.

Experimentada a través de una piel que es pura continuación de la mía, pues aún no hay una frontera clara entre ambas.
La vida es más vida.

lunes, 10 de junio de 2013

Tsunami (traducción de la entrada homónima del blog de Pitsirikos, 04/06/13)

Al hilo de los últimos días de revueltas sociales en Turquía, aquí está el artículo original:

Aunque tenemos la impresión de que los ciudadanos no reaccionan activamente ante el ataque orquestado contra sus derechos democráticos y laborales, esto no es verdad. Los últimos años, en muchos países, los ciudadanos reaccionan, se organizan, se manifiestan y se rebelan.

Por ahora, no existe un levantamiento ciudadano simultáneo en los países europeos y mediterráneos contra una casta dirigente (política y económica) autárquica que niega cada vez más la democracia ciudadana o contra gobiernos autoritarios que no desean dicha democracia.
  
Hay, sin embargo, manifestaciones y reacciones continuas en muchos países, que se van cociendo a fuego lento y se suceden unas a otras.


Todas estas pequeñas “oleadas” en diferentes países pueden convertirse en un tsunami, si hubiera coordinación.


Y la habrá. Las élites económicas poseen los medios de comunicación de masas, pero los ciudadanos tienen Internet.

Cualquiera que siga Internet habrá comprobado cómo ciudadanos de diferentes países se comunican con gran facilidad, rapidez y frecuencia.
 
Esto sucede, principalmente, en el sector más activo y “vivo” de dichas sociedades: los jóvenes.

Pues son los jóvenes los más golpeados por la agresividad de esas castas dirigentes en muchos países.

Internet hace quebrarse las fronteras  y aquellos que sufren el ataque de los poderosos se dan cuenta de que juntos son muchos y son fuertes.

En estos días de revueltas en Turquía, los manifestantes turcos saben que tienen de su lado a millones de ciudadanos de otros países.

No esperan a enterarse de ello por los telediarios de los medios mayoritarios y/o gubernamentales. Lo comprueban por sí mismos a través de las redes y medios de comunicación sociales.

A medida que pasa el tiempo, millones de ciudadanos de todo el mundo se irán dando cuenta de que el desempleo que padecen no es provisional sino permanente, de que sus ingresos se van reduciendo sin parar, de que las clases dirigentes de sus países pasan olímpicamente de ellos, y de que la democracia ciudadana que creían conocer forma parte del pasado.

La arrogancia de las élites financieras les hace pensar que son inamovibles y que esos millones de ciudadanos del mundo se quedarán sentados en un rincón a esperar la muerte, mientras que ellos seguirán concentrando en sus manos cada vez más riqueza.

La Historia les contradice.


Y volverá a contradecirles.
 
Mientras las oligarquías financieras y empresariales y sus gobiernos atacan las vidas de los ciudadanos de sus países, éstos se organizan y se preparan para contraatacar. Todos juntos.
La agitación es constante.

Ya no vivimos en la Edad Media.

Vivimos en una época en la que todo va a gran velocidad.

El tsunami se acerca.

Ya lo oigo.