“¿A qué es genial volver a casa en tren?”, quería decirle. Quería
abrazarlo. Quería decirle que todos los viajes quiere hacerlos con él, que no
quiere vida sin él, que no quiere pensar mucho los relatos, ni perderse en
complejidades, porque eso ya se ha hecho, porque eso es más de lo mismo. Pero
estos días las unidades de medida han perdido su sentido, y sólo puede
consolarse en los poemas. Las voces y el canal que nunca son suficientes. La
vida en suspiros, en un qué rápido, en un no te vayas. Siempre en un no te
vayas y quédate conmigo. La vida en miradas que se quiebran y carcajadas que
duran para siempre. La vida en un mirador. La vida en su cuerpo y en mi mano el
minuto. La vida de ahora no es suficiente, quiero siempre.
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