lunes, 15 de febrero de 2016

Adiós en azul - The Deep Blue Good-by

Es curioso dónde se encuentran los desencadenantes, los gatillos que aprietan tus ganas de escribir. Resulta que escuchando hoy la Ser, concretamente La Ventana y su concurso de (micro)Relatos en Cadena, se ha disparado lo necesario para sacar esta reseña, dormida desde Navidad, adelante. El pie que debían utilizar los concursantes: "Era uno de los pocos detectives honrados que quedaban en la ciudad", creo recordar. Con este pretexto, tres relatos, muy buenos los tres, homenajeando el género. En todos el detective pagaba un alto precio por su honradez. En uno de ellos, la voz era una primera persona cínica y estupenda, sabiéndose perdida por una pelirroja que "si te pide que mates, descuartizas". Que me perdone el autor la cita.

Esa primera persona me ha devuelto a Travis McGee, protagonista de Adiós en azul, y de otras veinte novelas policíacas de la misma serie, obra de John D. MacDonald. No sé si son un tesoro a la altura de la tumba de Tutankamón, aunque quién soy yo para desdecir a Vonnegut, siendo como soy una principiante en esto de la novela negra. Lo cierto es que me ha hecho pasar muy buenos ratos de lectura.

La historia se desarrolla principalmente en Florida. Los estados sureños son siempre una garantía para historias inquietantes, aunque he de confesar que un amarre en Lauderdale poco tiene que ver con los latifundios de Missisipi o los angustiosos tugurios de Nueva Orleans de, pongamos, un Faulkner. Ahora bien, MacDonald consigue que la atmósfera tropical de los cayos se torne temible: los escenarios de la depravación son la casa aséptica y bien ventilada de Lois Atkinson o los interiores de un yate de lujo y no los moteles cutres que cabría esperar.



El autor nos conduce con una prosa ajustada en los díálogos, con momentos de lucidez en las descripciones de ciertos tipos culturales americanos, como las conejitas desgastadas (un alegato sorprendentemente feminista) o los nuevos ricos con un pasado oscuro. La voz de McGee se nos antoja ahora un poco hortera, con ese cinismo detectivesco a lo Bogart, pero se le coge cariño pues, al fin y al cabo, "era uno de los pocos detectives honrados que quedaban en la ciudad", un caballero a su manera, demasiado bronceado, quizá, pero le perdonamos porque deshace entuertos y a ratos resulta encantador.

Muy recomendable, en suma, esta novela, por lo entretenido de la trama, la calidad en la caracterización de ambientes y personajes y el aire vintage de la Florida sesentera, que, no sé por qué me da, se debe de parecer bastante a la Florida actual.


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