jueves, 16 de mayo de 2013

Si una noche de invierno un viajero...

No hay nada para volver de las telarañas cotidianas de la inspiración como una buena lectura. Corrijo: una lectura excepcional, porque de las buenas ha habido varias en estos dos meses de sequía bloguera, y aun así, ha sido ésta la que ha movido y removido estas líneas de recomendación.

Mis buenos amigos D. y S. supieron recomendarme Si una noche de invierno un viajero de don Italo Clavino, sin desvelar nada de su trama, estructura, o de las virtudes que podrían servir de anzuelo. Rara virtud en estos tiempos en que los spoilers corren y campan a sus anchas, o por lo menos, en los que todo el mundo quiere decir mucho de todo. Si leyeran este cumplido, me dirían: "¡no fue por ser sabios y sensatos (que lo son, y mucho, los jodíos)! ¡no habríamos sabido definir el "de-qué-va"!". Seguro que habrían sabido, el caso es que no lo hicieron, y yo voy a tener la misma cortesía con vosotros.

Tan sólo quisiera decir que me resulta una lectura fundamental dentro de la novela del último cuarto del siglo XX y a citar, no me resisto:

-Leer -dice- es siempre esto: hay una cosa que está ahí, una cosa hecha de escritura, un objeto sólido, material, que no se puede cambiar, y a  través de esta cosa nos enfrentamos con alguna otra que no está presente, alguna otra que forma parte del mundo inmaterial, invisible, porque es sólo pensable, imaginable, o porque ha existido y ya no existe, ha pasado, perdida, inalcanzable, al país de los muertos...
-... O que no está presente porque aún no existe, algo deseado, temido, posible o imposible -dice Ludmilla-, leer es ir al encuentro de algo que está a punto de ser y aún nadie sabe qué será...

Esta entrada es un homenaje, más que a Calvino, a los grandes amigos y a los grandes libros, especialmente si vienen juntos. Gracias, chicos, por prestarme tantas horas de genial lectura... y por todo lo demás.


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